Una buena planificación a la hora de llevar a cabo el abonado supone, además de una mayor productividad, un ahorro en productos fertilizantes y fitosanitarios.
El éxito de una buena cosecha depende de varios factores, unos ajenos al agricultor (zona climática de los terrenos, inundaciones, sequías…) y otros resultado de tomar la decisión correcta, como por ejemplo, la elección de la mejor semilla certificada entre un amplio abanico de variedades; y, por último, el empleo de fertilizantes y fitosanitarios idóneos para tratar los cultivos.
Utilizar los fertilizantes adecuados es fundamental a la hora de preparar los terrenos para la siembra y aportar al cultivo los nutrientes necesarios que no se encuentren en el terreno en cantidades suficientes.
Una buena planificación a la hora de llevar a cabo el abonado supone, además de una mayor productividad, un ahorro en productos fertilizantes y fitosanitarios.
Las labores de preparación del terreno deben estar pautadas por el establecimiento de una estrategia o plan de abonado. Para ello es necesario identificar las necesidades del terreno, previo análisis del suelo, a fin de determinar la cantidad necesaria de nutrientes a aportar mediante el abonado. En este punto también es importante tener en cuenta la rotación de los cultivos de la explotación a tratar.
Los principales elementos a aportar son el nitrógeno, el fósforo y el potasio (npk).
El nitrógeno (N) favorece el crecimiento del cultivo y determina el nivel proteico del cereal. El fósforo (P) impulsa el desarrollo de la raíz y estimula la floración y la maduración del grano. En cuanto al potasio (K), es el responsable de aumentar la resiliencia de la planta frente a temporales (sequías/heladas) y afecciones de los cultivos, además de favorecer un mayor calibre del grano.
Tanto el fósforo como el potasio gozan de una fácil asimilación y retención del suelo, mientras el potasio requerirá de varias aplicaciones.
¿Plan de abonado de fondo o de cobertera? Cuál de las dos estrategias es mejor para aumentar la productividad de los cultivos
Entre las dos estrategias más empleadas en lo referente al plan de abonado, encontramos el abonado de fondo y el abonado de cobertera, que plantean el eterno debate de si es mejor optar por una u otra táctica de fertilización. Antes de tomar partido por cualquiera de ambas, vamos a dejar claro qué entendemos por un abonado de fondo y que plantea la fertilización de cobertera.
La principal diferencia entre el abonado de fondo y el abonado de cobertera es el momento de aplicación de los fertilizantes.
El abonado de fondo, también conocido como abonado de sementera, consiste en acometer la fertilización del suelo poco antes o en el mismo momento de la siembra, y se aplica enterrándose mediante laboreo. Por contra, el abonado de cobertera es el que se lleva a cabo durante el desarrollo y crecimiento del cultivo, normalmente a través de fertirrigación. El abonado de cobertera puede llevarse a cabo con el fin de mantener o corregir los niveles y/o la proporción de elementos fértiles del suelo.
Determinar cuál es el mejor plan de abonado depende varios factores, como por ejemplo el tipo de cereal que vamos a sembrar y su uso industrial o la rotación de los cultivos, pero en líneas generales lo más acertado es combinar ambas técnicas.
Es recomendable aplicar los fertilizantes con bases de fósforo y potasio y parte del nitrógeno durante al abonado de fondo, para una mejor asimilación de raíz, y completar la fertilización con un plan de coberteras que cubra los necesidades de nitrógeno de la plantación, y, dependiendo de las circunstancias, con otros fertilizantes con compuestos de calcio, magnesio y azufre.
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