Cada 5 de diciembre se conmemora el Día Mundial del Suelo, una iniciativa que busca crear conciencia sobre la importancia de este recurso para la vida en la Tierra. Más allá de ser simplemente “tierra”, el suelo es un ecosistema vivo y esencial para la agricultura, la biodiversidad y el equilibrio climático. En el caso de los cultivos de cereales, como el trigo, la cebada o la avena, el suelo es su base fundamental. Sin un suelo sano, no hay alimentos ni futuro sostenible.
¿Por qué es importante el suelo para la agricultura? ¿Por qué se celebra el Día Mundial del Suelo?
El suelo es el pilar de la producción agrícola. Proporciona los nutrientes, el agua y el soporte físico necesarios para el crecimiento de las plantas. Además, regula el ciclo del carbono, filtra el agua y es el hogar de microorganismos esenciales para la fertilidad natural. En España, los cultivos de cereales ocupan una parte importante de la superficie agrícola, destacándose como un sector clave de nuestra economía y seguridad alimentaria. Sin embargo, esta productividad depende directamente de la salud del suelo.
Según la FAO, aproximadamente el 33% de los suelos del mundo están degradados debido a prácticas agrícolas no sostenibles, erosión, contaminación y el cambio climático. En nuestro país, problemas como la pérdida de materia orgánica o la compactación son especialmente relevantes en áreas cerealistas. Estas condiciones afectan negativamente la capacidad de los cultivos para resistir sequías, plagas y enfermedades, disminuyendo su rendimiento.
Suelo y cultivo de cereales, un binomio inseparable
El trigo, la cebada y otros cereales dependen directamente de la calidad del suelo. Un buen suelo, con un adecuado equilibrio de nutrientes y una estructura óptima, asegura raíces fuertes, mayor retención de agua y una mejor absorción de minerales. Por eso, mantener un suelo fértil no solo favorece los rendimientos agrícolas, sino que también reduce la necesidad de insumos externos, como fertilizantes químicos.
En las zonas cerealistas de España, como Castilla y León o Aragón, los agricultores se enfrentan al desafío de conservar suelos que, en muchos casos, llevan décadas de uso intensivo. Las rotaciones de cultivos, la incorporación de materia orgánica y la agricultura de conservación se perfilan como prácticas esenciales para mantener la productividad sin comprometer el equilibrio ecológico.
¿Qué dice la ciencia sobre el suelo?
Estudios recientes destacan que un suelo sano contiene hasta 1.000 millones de microorganismos por gramo, incluyendo bacterias, hongos y protozoos, que colaboran en procesos vitales como la descomposición de materia orgánica y el suministro de nutrientes a las plantas. En el caso del trigo, por ejemplo, un suelo rico en microorganismos puede mejorar la disponibilidad de nitrógeno, esencial para obtener espigas más robustas.
Además, un buen manejo del suelo reduce problemas como el encamado en los cereales, una situación en la que las plantas caen debido a su debilidad estructural o a fenómenos meteorológicos adversos. Semillas de alta calidad juegan un papel clave cuando se combinan con un suelo bien gestionado.
¿Cómo podemos proteger los suelos?
La celebración del Día Mundial del Suelo nos invita a reflexionar sobre las acciones necesarias para proteger este recurso. Entre las medidas que pueden marcar la diferencia, destacan:
- Rotación de cultivos: Alternar cereales con leguminosas u otros cultivos ayuda a evitar el agotamiento de nutrientes específicos.
- Incorporación de materia orgánica: Restituir al suelo los residuos de cosechas o aplicar compost mejora su estructura y fertilidad.
- Control de la erosión: Plantar cubiertas vegetales y reducir el laboreo minimiza la pérdida de suelo por el viento o el agua.
- Uso responsable de fertilizantes y pesticidas: Aplicarlos en la medida justa evita la contaminación del suelo y de los acuíferos.